Más que imanes, un modelo de salud. Una terapia que nace con el descubrimiento del médico mexicano, Dr. Isaac Goiz: el par biomagnético.

Su propuesta: toda enfermedad aparece con la llegada de inesperadas visitas microscópicas (parásitos, virus, bacterias u hongos), hospedando en algún órgano que ha cambiado su pH.

¿Por qué renunciar a la salud ideal si para el biomagnetismo no hay enfermedad catastrófica?

La buena nueva que nos trae es que todos podemos trocar enfermedad en curación y armonía. El biomagnetismo nos llama a convertirnos en alquimistas y a dejar de identificarnos con nuestras dolencias, si tenemos disponibles campos magnéticos que pueden ejercer un benéfico efecto en nuestra calidad de vida.

Una mirada del enfermar y sanar desde el punto de vista energético es la propuesta terapéutica del biomagnetismo. Potentes y simples imanes es la batería de prescripciones, luego de que se rastree con singular método kinesiológico la región biomagnética aquejada.

Al biomagnetismo no le interesan los síntomas, puesto que los entiende como una demostración tardía. Cuando se instala un microorganismo inmediatamente “se contrae el órgano que soporta la distorsión del pH y posteriomente, muy posteriormente, aparecen todas las manifestaciones visibles”, señala el Dr. Goiz.
El ideal de la medicina biomagnética no es un mundo aséptico en guerra contra los gérmenes, sino mantener al organismo en un pH neutro porque el estado de salud se entiende como el equilibrio interno del organismo.
DIÁLOGOS CON EL PH Y EL ADN

El biomagnetismo permite diagnosticar, hacer diagnóstico diferencial, clasificar las enfermedades, curarlas y prevenirlas, nivelando la energía que está desajustada por la presencia patológica. El efecto que tiene el imán en la terapia no es aniquilar microorganismos: “es empujar cargas del mismo signo o atraer las cargas del signo contrario. El imán induce a las cargas para que se neutralicen y ya no sean viables para los patógenos”, explica el Dr. Goiz.

Es por ello que se trata de una medicina que trabaja en las fuentes de la enfermedad y esto precisamente le da ventaja sobre las demás técnicas médicas. Antaño el magnetismo sólo ocupaba la faz positiva del imán como analgésico y la negativa como antiinflamatorio.
Los resultados del biomagnetismo, testimonian que en pocas sesiones, un gran porcentaje de pacientes experimentan rápidas y notables mejorías, que no se dan comúnmente con otros tratamientos.

UNA CARTOGRAFÍA POSIBLE

El Dr. Goiz es taxativo: “ese es el problema grave entre la alopatía y nosotros. El alópata acepta la definición de cáncer cuando un histopatólogo o los antígenos altos lo indican. En cambio, nosotros a penas encontremos el micumbacterium leprae aceptamos el título de cáncer”.
Lo que ocurre es que podemos ser portadores asintomáticos de microorganismos patógenos en las mucosas de los sistemas respiratorio y digestivo (o más bien en los pares biomagnéticos) y, por ello, el biomagnetismo medicinal sería también un procedimiento preventivo.

Para el Dr. Goiz, “el límite de estos procedimientos es el proceso degenerativo puro, como el verdadero cáncer en donde la información genética se encuentra totalmente deformada o la cirrosis hepática en donde el tejido hepático se encuentra destruido”. Aclara el Dr. Goiz su cartografía magnética del cuerpo humano: “lo que yo encontré fue un código de enfermedad”. Es decir cada patología arroja un campo magnético propio con sus polos “norte” y “sur” que el especialista puede indagar con la respuesta muscular voluntaria que acusa desequilibrio, produciéndose el insólito fenómeno de acortamiento o alargamiento del todo el hemicuerpo derecho, que puede oscilar de milímetros a centímetros.

Sostiene que simplemente se da este fenómeno “que rompe con toda mi estructura médica… y tenía que aceptarlo… ¡no hay límites!”, señala el Dr. Goiz. Asevera que, en el diagnóstico, cuando el diálogo “es con imán, responde el pH, pero cuando es con la mente responde el ADN. Esto supera toda la imaginación, estamos en otros niveles de conciencia y energía. Esto ni yo mismo lo entiendo a plenitud. Tienen que venir otros teóricos y otros médicos que lo definan bien”.

Lo que plantea el biomagnetismo médico reivindica una clásica concepción. Para los griegos, enfermar era la pérdida de la armonía, el orden interno, la norma. Etimológicamente ‘anómalos’ es lo desigual, lo irregular. Para Francois Broussais (1822) la enfermedad era “el exceso o el defecto de la excitación de los tejidos por encima o por debajo del grado que constituye el estado normal”. Adhiere a la concepción de Broussais, el gran fisiólogo Claude Bernard (1877), pero la apoya en experimentos y en el desarrollo de métodos de cuantificación: el estado patológico está constituido “por la exageración, desproporción y disarmonía de los fenómenos normales”.

PAR BIOMAGNÉTICO

El par biomagnético viene a definir cada una de las enfermedades conocidas en dos órganos bien identificables. En la actualidad, la medición de los polos biomagnéticos es de orden cualitativo e indirecto, pero es la base para que en un futuro próximo “desarrollemos un equipo que pueda medir en forma directa y cuantitativa los fenómenos de polarización orgánica”, señala Goiz.
Escribe el galeno: “el par biomagnético es el conjunto de cargas que identifican una patología y que está constituido por dos cargas principales de polaridad opuesta que se forman a expensas de la alteración fundamental del pH de los órganos que las soportan”.
Se trata de una estructura magnética corporal compuesta por dos polos de carga contraria. Esta polaridad delimita una región específicaque busca estabilidad energética.

Mientras un polo es sintomático, el otro es asintomático. Y así como el polo positivo (o el equivalente al sur terrestre), que se genera por exceso de iones de hidrógeno, tiende a contraerse, a la acidez, a acelerar la actividad celular y la maduración, a hospedar virus y hongos; el negativo (o norte), que se genera por déficit de iones de hidrógeno, tiende distenderse, a la alcalinidad, a lentificar la actividad celular, y a contener bacterias y parásitos.

Desde el biomagnetismo se entiende que entre ambos focos infectados se establecería una comunicación a distancia, en forma de ondas electromagnéticas, que permite la retroalimentación energética entre dichos microorganismos, los que se potencian en su virulencia y capacidad de resistencia frente al sistema inmune. “Esto nos llevó a entender que los procesos exhudativos por excitaciones celulares están formados por irritaciones que producen las bacterias por sus toxinas o los virus por ellos mismos que se introducen a la célula y producen este tipo de conflictos”, explica el Dr. Goiz.

Al comprobarse entonces que las cargas biomagnéticas presentan una resonancia vibracional entre sí, se abrió paso para el uso de la influencia de los imanes en el intercambio celular de iones, aplicando un campo magnético de polaridad contraria a la del campo bioenergético que presentaba el organismo. Invirtiendo esa polaridad, con un par de magnetos de una fuerza de mediana intensidad (que oscila entre los mil a 30 mil unidades de imantación o Gauss), se llegaría a la salud. Y lo que produciría sería una interrupción de la retroalimentación energética y simultáneamente se tiende a corregir el pH alterado simplemente actuando sobre el ión de hidrógeno.


CRISIS ALOPÁTICA

Muchos ya han reconocido el biomagnetismo como la medicina del futuro. “¿Por qué la alopatía ya no funciona?”, pregunta el Dr. Goiz. Es que se cometió el error de abusar de los recursos medicinales el siglo pasado “con vacunaciones, antivirales, antibióticos, anti, anti, anti, anti… Como al niño que se le dieron bofetadas cuando era pequeño, crece y nos da una puñalada. Y tiene otra conducta. Igual ocurre ahora: las bacterias, los virus, los hongos ya adquirieron otra conducta y ya no nos entendemos”.
Afortunadamente el biomagnetismo viene a solucionar este impasse. “Gracias a ello, se podría detectar la enfermedad en su origen y, eventualmente, precisar cuándo, cómo y por qué se transmitió”, indica.

Sin embargo, la confirmación del efecto terapéutico de los imanes dio origen a la venta indiscriminada en ciertos países desarrollados, de distintos accesorios “como cinturones, fajas, colchonetas, cintillos y parches magnetizados, pero este uso de los magnetos fue como disparar a la bandada, sin tener claro a lo que le estábamos apuntando”, grafica Dr Goiz.Es evidente que al proporcionarnos un mapa exacto de estos pares de puntos en el cuerpo, el Dr. Goiz con su biomagnetismo no deja chance a especulaciones y permite el increíble hecho de poder reconocer en una primera sesión patologías que sólo el paciente sabe o se enterará mediante exámenes.No obstante, el biomagnetismo no se ha quedado en el cuidado del pH, la resonancia o la carga. Actualmente atiende con especial dedicación conceptos de entropía, simbiosis, el agua cristal, la red ferroso férrica, la física cuántica.

En ese ámbito, el Dr. Goiz ha inaugurado el ejercicio bioenergético que utiliza la mente para producir el mismo efecto de los imanes. Se trata de crear el espacio y la intención para que ocurra el cambio, con la claridad que no hay realidad sólida y que el desequilibrio es temporal. Porque podemos elegir entre caer en un desajuste existencial para crear un desbalance electromagnético en nuestras células o entregarnos a nuevas posibilidades que nos permitan afectar de la manera más conciente la realidad a través del poder de pensamiento y simplemente “la despolarización se da”, afirma el creador del biomagnetismo.